miércoles, 8 de junio de 2016

EL RITUAL.



Un ritual es un conjunto de ritos, proviene del latín ritus, conjunto de prácticas o de acciones establecidas que forman parte de la liturgia y de la tradición, y que regulan las ceremonias y los cultos de una religión en un lugar sagrado y como para nosotros los Wiccanos todo es sagrado luego entonces al ser conscientes de esto el ritual lo llevamos a todas las áreas de nuestra vida en donde honramos y adoramos a nuestros Dioses que están en nosotros mismos, en la naturaleza y en todo el universo.
Toda acción ritual conlleva cierto carácter religioso, en la medida en que sirve para sacralizar alguna actividad social o institucional, y para integrar a los miembros en el orden establecido.
No sabemos con certeza si los humanos de hace cien mil años hablaban como nosotros, pero sí tenemos constancia de que realizaban ritos en momentos importantes de su vida, como ante una expedición de caza y al dar sepultura a un miembro del grupo. Desde entonces, el ser humano es un animal ritual. Y lo seguirá siendo, por mucho que varíen sus ritos, igual que cambian las creencias, las lenguas o las formas del parentesco.
De alguna manera, toda práctica sociocultural se encuentra ritualizada en un sentido genérico. Toda relación del hombre con la naturaleza, con otros congéneres y con las creaciones simbólicas implica una cierta ritualización.
El rito es un paralenguaje actuado, se inscribe en manifestaciones sociales tales como la fiesta, la celebración, la ceremonia conmemorativa, ya sea coincidiendo con ellas o frecuentemente como su momento principal. Constituye, ante todo, una práctica, un mecanismo simbólico de la vida social, que, a escala general o sectorial, contribuye a la regeneración permanente o periódica de esa vida, a lo largo de las generaciones, mediante su repetición. La acción ritual suele estar muy elaborada: articula gestos, y en ocasiones palabras o cantos, realizados por personas cualificadas, en lugares y tiempos predeterminados y consagrados a tal fin, utilizando objetos y parafernalias a veces muy sofisticados.
El ritual es algo específicamente humano, no desarrollado en las sociedades animales, por más que allí observemos comportamientos que se dirían ritualizados. De hecho son comportamientos seudorrituales, inscritos en su sistema neurocerebral, de forma rígida y común a cada especie. En los animales, los ciclos y procesos naturales se reproducen sin desdoblarse en una representación cifrada de su estructura. Sólo los ritos humanos son verdaderamente ritos, creados por la cultura y con un significado histórico.
Un rito es primordialmente, como he señalado, algo actuado en clave simbólica, es práctica, acción, secuencia de actos cargados de simbolismo culturalmente codificado. De ahí que su análisis consista en descodificar e interpretar lo que se comunica sin palabras (a veces, reforzado por ellas, o a contrapelo de ellas). Pues es más significativo lo que no se dice que lo que se dice. En cuanto modo de comunicación, constituye alguna clase de lenguaje; pero, al no fundarse en la palabra, opera más bien como un «paralenguaje», según escribió Lévi-Strauss.
Los ritos vehiculan los grandes temas que dan sentido a la vida colectiva e individual al conectarse con la espiritualidad y lo sagrado de todo lo que nos rodea de tal manera cualquier acción que vaya destinada a responder a cuestiones mítico-mágicas o del sentido de las cosas, se trata de un rito.
El rito, por último, induce a la unificación de lo disyunto, a la superación de los antagonismos y contradicciones (haciendo vivir una misma suerte, una identidad común, el logro de una salvación, una curación). Va desde la división o la separación de aquello a lo que se aspira hasta la (re)composición de la unión, la comunión con la meta deseada. En palabras de Lévi-Strauss, mediante la acción ritual se logra «hacer pasar a todos los participantes al lado del bando ganador» (1962: 59). El rito pertenece al plano de lo simbólico reservamos el concepto de rito, en una acepción estricta, para las actuaciones son escenificadoras de otras connotaciones de valores socioculturales, compartidos, que promueven la identificación social.
Existe una infinidad de rituales, y es ardua su tipificación, pese a los esfuerzos desplegados por los antropólogos. Son clásicos los análisis de ritos de adivinación, ritos de multiplicación, ritos de iniciación, ritos de paso, ritos de rebelión... Sin duda, las clasificaciones tienen su utilidad, pero no dejan de ser problemáticas y de depender de los criterios aplicados, inevitablemente con dosis de arbitrariedad. Quizá las distinciones más objetivas sean las trazadas entre rituales colectivos e individuales, relacionados respectivamente con acontecimientos de la vida comunitaria o la vida del individuo; y entre rituales periódicos y ocasionales: todos son repetitivos, pero la celebración de los primeros obedece a un ciclo fijo (anual, o semanal, por ejemplo), y la de los segundos se produce con motivo de acontecimientos cuya recurrencia no se da en plazo predecible.
Lo propio de todo ritual estriba en conferir un sentido a la vida, o a alguna de sus facetas o momentos. El ritual comunica, transmite un sentido compartido y valorado, del que se derivarán normas de acción. Lo común a toda forma religiosa coincide con esa funcionalidad del rito. De ahí la sospecha de que lo «religioso» sea una dimensión presente en todo rito, en cuanto transmite un sentido de lo vivido, refrenda a los participantes el sentido que tiene su vinculación con la comunidad y con la naturaleza y la historia. Ritualizar es siempre sacralizar de alguna manera, dotar de significado, consagrar unos valores y renovar la confianza en su eficacia social. Por eso no resulta imprescindible ni decisivo que se explicite una formulación teológica. El rito es indisociable de la religión como concepto general. Todo ritual, en la medida en que congrega, asocia y une, es re-ligioso en la acepción original y funcional de la palabra.
Desde una perspectiva complementaria, todo rito es mágico, puesto que la magia plantea que nuestra acción produce efectos en la naturaleza, e incuestionablemente el ritual incide al menos en la naturaleza humana, en el psiquismo individual y en el proceso social. A la vez, todo rito es religioso en algún grado, por concitar la sumisión social a los valores y el sentido que preconiza. Pero todo rito es también secular, dado que no deja de pertenecer a este mundo y de generar efectos tangibles en la realidad humana, siempre moldeada entre lo empírico y lo simbólico.

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